domingo, 17 de mayo de 2015

El buey solo...

... bien se lame, dice el refranero español. Y a mi pesar, así ha sido esta mañana, ya cercana al verano. Los amigos van a la playa, están de viaje, o tienen otros compromisos. 
El calor cambia las prioridades y las formas de vida. Afecta, incluso, al modus vivendi de todo un país.
No por ello renunciaría yo a disfrutar de un primaveral día como el de hoy. Las temperaturas han bajado un poco, y de todos modos la ruta no era larga. 

Pequeño alto en el camino
La moto, en esta su tercera salida, con las suspensiones más rodadas y adaptadas a mi gusto, me ha reportado magníficas sensaciones. Suficientemente silenciosa pero con el toque justo, me ha permitido evolucionar fuera de carretera con absoluto respeto hacia la naturaleza, ayudado de los neumáticos mixtos: unos sorprendentes Metzeler Sahara 3, que al menos en terreno seco, incluso arena suelta, y si no le buscas mucho las cosquillas, cumplen a la perfección. Una gran goma trail.


Incursión en singletrack secreto


La mañana avanza. La temperatura va aumentando ligeramente, pero es perfectamente soportable. Atrás y lejos quedaron esos días en que por momentos dejas de sentir las puntas de los dedos. Pero el verano es inminente. Hay un verdor escaso que huye, o que lucha por quedarse, nunca lo he tenido muy claro. Los tonos ocres y dorados hacen su aparición. Viene todo en un paquete estival, es el ciclo imparable, y tenemos que adaptarnos, aceptarlo, convivir y disfrutar. ¿Por qué no?

Llega el momento de poner casi punto final, y a buena hora, mientras atravieso Beas, decido que es el mejor momento para acometer la agradable empresa de meterme entre pecho y espalda un buen mollete con jamón de la pata y su correspondiente café. Un grupo de abuelas exhaltadas con motivo de la romería del lugar, acompañadas de un par de bebés, amenizan en demasía mi soledad. Nada grave, estoy acostumbrado a vivir con mis semejantes. Adaptarse o morir.



Bola extra para los que habéis llegado hasta aquí: 


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